El arte del carboncillo es una técnica única que me permite crear vida en sombras y luces al deslizar suavemente el lápiz sobre el papel. Los retratos dibujados con carboncillo son mi forma de reflejar la complejidad y riqueza de las emociones y pensamientos humanos, capturando gestos y expresiones que hablan de la existencia misma.

Cada trazo que dibujo es una ventana al mundo interno de cada persona, una muestra desnuda de la vida y la experiencia. Las arrugas, las sombras, las texturas, son la huella de la historia de cada ser humano, y encuentran en el carboncillo su forma más auténtica de expresión.

Así, los retratos que dibujo se convierten en una galería de miradas que se multiplican, en una celebración de la belleza de lo imperfecto y en un homenaje a lo humano en su más profunda esencia. Para mí, cada retrato es una obra de amor, dedicada a la belleza y a la vida misma.