Cuando lo guardado decide volver
¿Sabes esa sensación de abrir un cajón después de años y encontrar algo que no tocabas desde hace siglos…?
Eso me pasó este finde con las acuarelas. Más de diez años sin verlas. DIEZ.
Desde que empecé con los concursos de pintura rápida, quedaron como esos CDs antiguos que ya no usas, pero no te atreves a tirar… porque tienen historia. Y este domingo, sin previo aviso, todo cambió. Había un concurso en Cabra. Solo acuarela.
¿Y yo? Con pinceles, sí… pero sin tocar agua y pigmento desde hacía más de una década.
Me dije: “¿Y si lo intento?”
Como quien se sube otra vez a la bici después de mil años. Con miedo. Con ganas.
El primer brochazo: no era solo pintura
Fue como ver a un viejo amigo: algo descolorido, pero con chispa. 🎨
Temblaba más que una abuela trayéndote el café… pero poco a poco, algo familiar volvió.
La luz del papel, el paisaje frente a mí, los colores mezclándose sin pedir permiso. La acuarela me hablaba.
Y yo, que ya había aprendido a escuchar.
Ese día no pinté para ganar. Pinté porque necesitaba reencontrarme con lo que me hizo artista.
¿Por qué te cuento esto?
Porque esta obra no es solo un paisaje. Es mi vuelta al color. A la acuarela.
Es una historia real.
Y como todo lo que pinto, está hecha para quedarse donde se entienda. Donde se valore. Donde inspire.
Si este cuadro te dice algo…
…entonces ya nos entendimos.
Porque quizá no vuelva a pintar algo así en otros diez años.
Quizá mañana no tenga la luz exacta, el pulso justo o la chispa inesperada.
Pero hoy este cuadro existe. Y está disponible.
Y si alguna vez algo guardado en ti también quiso volver…
quizá esta obra de acuarela no sea solo decoración.
Sea un espejo.
¿Lo quieres?
Escríbeme. Hablemos.
No me hagas ir yo a colgártelo, ¿eh? 😄🖼️





